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Iglesia Católica y Masonería

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No sólo la Iglesia Católica ha emitido un juicio claramente condenatorio respecto a la Masonería, sino que también las iglesias ortodoxas han dejado en claro lo negativo e inaceptable de la Masonería.

La ortodoxa Griega, separada de Roma por el cisma del año 1054, y que tanto trabajó Juan Pablo II por lograr la unidad con esa Iglesia, ha emitido varios documentos condenatorios respecto a la Masonería. Los obispos de la Iglesia Ortodoxa llaman a la Masonería “organización internacional secreta” y afirman que no es simplemente “una unión filantrópica o una escuela filosófica,” sino que consiste en un sistema que recuerda a las antiguas religiones y cultos paganos y esotéricos, y añaden que... tales conexiones entre la francmasonería y los antiguos misterios idolátricos se manifiestan también en las ceremonias de la iniciación.” 1

En una decisión ecuménica de las iglesias ortodoxas, se afirma que la francmasonería no puede de manera alguna ser compatible con el cristianismo porque es una organización secreta, que actúa y enseña en el misterio y el secreto y deifica  al racionalismo. El ambiente y la tradición cultural de Grecia permiten a los obispos ortodoxos un enfoque fundado en el paganismo de la Masonería, confirmado, sin duda, por los rituales vigentes y las primeras autoridades del pensamiento masónico que hemos citado anteriormente.

Por lo que se refiere a la Iglesia Católica, desde el siglo XVIII hasta los días de hoy ha habido reiteradas condenaciones. El Cardenal José María Caro en su libro El Misterio de la Masonería, hace una recapitulación muy clara sobre las diversas condenaciones a la Masonería de parte de la Iglesia:

Empieza primero mencionando al Papa Clemente XII en 1738 en la Constitución In Eminenti. Posteriormente al Papa Benedicto XIV en 1751, en la Constitución Pro Vidas. Luego de parte de Pío VII, quien condenó a la Masonería en general y a la secta de los Carbonarios en sus Letras Apostólicas Eclesiam a Jesu Christo, del 13 de septiembre de 1821. Le sigue el Papa León XII en su Constitución Quo Graviora del 13 de marzo de 1825 señalando especialmente a la secta de los Universitarios. Luego el Papa Pío VIII en su encíclica Traditi.

Pero el primer Papa que dirige una encíclica  propiamente en contra de la Masonería es Gregorio XVI en el documento Mirari Vos que dice que “la Masonería es la principal causa de todas las calamidades de la tierra y de los reinos” y como “el sumidero impuro de todas las sectas anteriores.” 2

Pio IX y la Syllabus

Luego viene Pío IX con su encíclica Qui Pluribus. Este Papa fue calumniado como masón por parte de la Masonería, sin embargo, él condenó y proscribió a la secta por más de veinte veces. 3

Conviene detenernos un momento en Pío IX que rigió a la Iglesia desde 1846 hasta 1878 contra el huracán desatado de las revoluciones del siglo XIX, que se reprodujeron como ecos violentísimos de la Revolución Francesa en 1789. Fue en la época de este Papa Pío IX, que la Masonería respaldó la unificación italiana para atacar a la Iglesia tanto en su poder temporal como en su naturaleza sobrenatural, y su influencia sobre la sociedad por medio del culto divino, los sacramentos, la enseñanza y el Magisterio. Así pues, la Masonería intervino de manera sistemática en la lucha por la descristianización de la sociedad,  el acoso a la Iglesia y el despojo de los Estados Pontificios, pese a sus cínicas afirmaciones de nunca intervenir en asuntos de religión ni de política. Por tanto, se agranda la figura del Papa Pío IX que se presenta como un gran defensor del depósito de la fe y un gran evangelizador y restaurador de la Iglesia Católica. Pío IX iluminó a la Iglesia con dos claras declaraciones dogmáticas. Una respecto a la Inmaculada Concepción de María en 1854, y la otra reafirmando el primado de Pedro con la declaración dogmática de la Infabilidad Pontificia en el Concilio Vaticano I, en el año de 1870. Así entonces, la Iglesia no interrumpió su vida universal tras el despojo de los Estados Pontificios, sino que salió revitalizada hacia el futuro.

Pío IX conocía perfectamente la estructura y la finalidad de la Masonería y se refirió a ella varias veces en su magisterio pontificio. Confirmó sus condenas, como se ha dicho, en el formidable catálogo de los errores modernos que envió a toda la Iglesia en 1867 y que se conoce como Syllabus. El primero de los documentos confirmado en el Syllabus es la encíclica ya citada Qui Pluribus. En esta primera encíclica confirma Pío IX las condenas de sus predecesores sobre la Masonería y demás sociedades secretas. Posteriormente, en 1849, en su alocución Quibus quantisque, condena de nuevo a “esas abominables sectas de perdición, pues son fatalmente destructoras de la salvación de las almas”.4 Hoy se sabe que estas oleadas revolucionarias de 1848, alentadas desde el Reino Unido, se formaron en las logias europeas. Precisamente ese levantamiento tuvo su fuente en Carlos Marx con su Manifiesto Comunista, redactado por encargo de la Liga de los Justos, que como veremos más adelante era una sociedad infiltrada por la Masonería. Así pues, Pío IX reconoce el sello masónico de las revoluciones del siglo XIX, derivadas de la Revolución Francesa, y comunica su seguridad de que esas revoluciones se alzan contra la Iglesia y pretenden arrancarla de la sociedad. 5

León XIII y la Humanun Genus

Luego aparece León XIII, que participó como obispo y cardenal en la defensa de la Iglesia Católica frente a los ataques de la Masonería durante el pontificado de Pío IX. En su pontificado (1878-1903) que ya penetra en el siglo XX, confirma la línea de su predecesor, de la incompatibilidad absoluta entre la Iglesia Católica y la Masonería, deslindando perfectamente la institución masónica de las demás sectas semejantes o relacionadas con ella, y fulmina contra la Masonería una condena definitiva, que permanece vigente hasta los días de hoy con Juan Pablo II, tal y como lo estableció en 1983 la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.

Es en la encíclica del 20 de abril de 1884, la Humanum Genus, en la que bajo el título de Secta Masónica,  León XIII deja en claro la condena de parte de la Iglesia hacia la Masonería.

Este documento debiera de difundirse por todas partes, pues no ha perdido su importancia y autoridad; al contrario, resplandece con más brillo la sabiduría de quien lo dictó, y sobre todo ahora ante la oleada de confusión, falsas doctrinas y nuevas creencias que inundan la sociedad actual.

En la encíclica comienza el Papa recordando que, después del pecado, el género humano quedó dividido en dos ciudades, la de Dios y la de Satanás; la una que trabaja por reestablecer el reinado de Dios  mediante la obediencia a Su Ley  y el reconocimiento de Jesucristo y de Su Iglesia, y la otra que trabaja por el reinado de Satanás, con la desobediencia y la guerra a Dios, a Jesucristo y a Su Iglesia.

En esta guerra, dice el Papa, la Masonería es un auxiliar poderoso del reinado de Satanás. Posteriormente, entra a probarlo, manifestando que está bien enterado de la naturaleza e intento de la Masonería, por indicios,  por manifiestos, por procesos instruidos, por la publicación de sus leyes, ritos y anales, conociéndola muchas veces por la declaración misma de los cómplices. Por tanto, los Papas no han hablado a ciegas de la Masonería.

De algunos textos de la citada encíclica se desprenden criterios que tenemos que tener muy presentes:

“... Lo primero que deben procurar es arrancar a los masones su máscara, para que sea conocido de todos su verdadero rostro;...Que nadie que estime lo que debe ser su profesión de católico y su salvación personal, juzgue serle lícito por ninguna causa inscribirse en la Masonería, prohibición confirmada repetidas veces por nuestros antecesores. Que nadie sea engañado por una moralidad fingida. ”6

En otra parte dice el Papa respecto a los aspectos naturalistas de la Masonería:

“El principio fundamental del naturalismo, como su mismo nombre lo declara, es que la naturaleza humana y la razón del hombre han de ser en todo maestros y soberanos absolutos. Niegan toda revelación divina. No admiten dogma religioso alguno. No acepta verdad alguna que no pueda ser alcanzada por la razón humana. Rechazan todo maestro a quien haya que creer obligatoriamente por autoridad de su oficio.”  7

“El fin último y principal de la Masonería es la destrucción radical de todo orden religioso y civil establecido por el cristianismo, y la creación de otro orden nuevo con fundamentos y leyes tomados de la entraña misma del naturalismo.” 8

En conclusión, la encíclica de León XIII sobre la Masonería fundamentalmente presenta tres tesis que son las siguientes:

1.       El naturalismo masónico, es decir, el reconocimiento de la naturaleza humana como criterio supremo para la vida pública y privada de la humanidad, enteramente alejada de Dios;

2.       La secularización total de la sociedad, no simplemente del Estado, para lo que es necesario arrancar la huella de la Iglesia Católica en la sociedad;

3.       Y por fin, el retorno al paganismo, una regresión espantosa de la humanidad al contexto pagano de la vida, las creencias y las costumbres, o lo que es lo mismo, el triunfo de la gnosis y el poder de las tinieblas al que nuevamente alude León XIII, tal como lo habían hecho sus predecesores. Por tanto, una encíclica muy vigente para el siglo XXI.

Canon 2335 del CDC de 1917

En el siglo XX prácticamente no varió la opinión de la Iglesia respecto a la Masonería, aunque indudablemente sí hubo mucha controversia e inconformidad de grandes sectores de la Iglesia, con objeto de variar el canon 2335 del Código de Derecho Canónico de 1917. En efecto, en dicho canon se establecía lo siguiente: “Quien se inscribe en la secta masónica o en otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia o las legítimas autoridades civiles, incurre ipso facto en la excomunión reservada simplemente a la Santa Sede.” Ipso facto significa “por el mismo hecho”, es decir, de “manera  inmediata”. El código no establece distinción alguna entre las diversas obediencias o clases de Masonería. Asume, como León XIII, la tesis de que toda Masonería pertenece a una unidad fundamental, y que se condena en bloque.

El canon 2335 como se esperaba alcanzó un impacto inmediato y demoledor por su nítida claridad, y se convirtió en el caballo de batalla para grupos y personalidades de la Masonería y de cristianos muy vinculados a ella.

La lucha arreció durante el Concilio Vaticano II hasta que llegó el Papa Juan Pablo II y volvió a ratificar la posición de la Iglesia respecto a la Masonería, posición que le ha acarreado mucha crítica porque ya ha habido una clara infiltración de la Masonería tanto en la propia Curia como en las finanzas del Vaticano. Por lo que el canon 2335 de 1917 fue eliminado en el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 y sustituido por el nuevo canon 1374 y que dice así: “Quienes se inscriban en una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación debe ser castigado con entredicho.” 10

Los masones y eclesiásticos favorables a la compatibilidad con la Masonería se sintieron victoriosos ya que con este canon permitía la Iglesia a los católicos su adscripción en las logias; pero la batalla no había concluido. Y fue entonces cuando, cuatro días después de entrada en vigor del nuevo código,  el 27 de noviembre de 1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe hizo pública una declaración sobre asociaciones masónicas, firmada la víspera, en la que se menciona la expresa aprobación del Papa Juan Pablo II al documento, que ordenaba su calificación como Derecho Público de la Iglesia. Se trataba por tanto de la última declaración oficial de la Iglesia Católica sobre la Masonería que se mantiene plenamente en vigor hasta los días de hoy. Dicho documento se conoce por sus dos primeras palabras, Quasitum est y que dice así:

“Se ha preguntado si ha cambiado el juicio de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, ya que en el nuevo Código de Derecho Canónico no se hace de ella mención explícita, como sucedía en el código anterior. Esta Sagrada Congregación está en posición de responder que tal circunstancia se debe a un criterio de redacción aplicado también a otras asociaciones omitidas silenciosamente, porque se consideraban incluidas en categorías que iban a aparecer después en el código. Subsiste por tanto inmutable la sentencia negativa de la Iglesia sobre las asociaciones masónicas, porque los principios de ella siempre se han considerado inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por tanto la inscripción en ellas permanece prohibida por la Iglesia. Los fieles y cristianos que dan su nombre a las asociaciones masónicas se debaten en pecado mortal y no pueden acceder a la Sagrada Comunión. Las autoridades eclesiásticas locales carecen de la facultad para juzgar acerca de la naturaleza de las asociaciones masónicas, de forma que tal juicio lleve consigo la derogación de esta sentencia...”. 11

La reacción de los grupos masónicos y sus aliados que hay fuera y dentro de la Iglesia ante esta declaración de 1983, ha sido de indignación frustrada. Se les olvidó que la Iglesia no se rige por un sistema parlamentario sino jerárquico, aunque la prudencia muchas veces invita a tener que posponer unos asuntos, como surgieron de los diversos debates que se realizaron durante el Vaticano II y aún después.

Por tanto, la declaración de 1983 es la confirmación oficial la Iglesia que reafirma su posición tradicional frente a la Masonería, considerada como una unidad fundamental que es incompatible con el catolicismo e incluso con el cristianismo.

____________________

NOTAS

1.       Sesión del 12 de octubre de 1933: Walton. Hannah Darknes..., ob. cit. p. 70 y siguientes.

2.       José Ma Caro ob cit p. 316.

3.       José Ma Caro. ob. cit. p. 312-317.

4.       Doctrina Pontificia II, Documentos Políticos, Madrid, BAC 1958.p.25

5.       Apud  Ricardo de la Cierva  La Masonería Invisible ob. cit. 115.

6.       José Ma Caro ob cit p. 334

7.       Ibídem # 10.

8.       Ibídem # 8.

9.       Zbigniew Suchecki, La Masonería Lib Editrice, 1997.

10.   Código de Derecho Canónico. Madrid BAC, 1983.

11.   Zbigniew S. La Masonería ob cit p. 26 y Sig.

 

Capítulo III de la Edición 2007 de El Nuevo Orden Mundial

Luis Eduardo López Padilla

14 de mayo del 2007

 

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