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Obscuridad en el Camino Verdadero

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No pocas revelaciones y profecías anuncian el fin de la Iglesia Católica, y en su caso, el advenimiento de un falso Papa a la silla de Pedro. Incluso en ciertos sectores señalan al Papa Francisco como un posible “pastor necio”, según algunos textos de la Escritura. Otros ven a la Iglesia infiltrada por una especie de masonería eclesiástica, lista para asestar un golpe mortal a lo que queda de la otrora poderosa Iglesia fundada por Cristo.

Aunque en todos esto datos hay algo de verdad, hoy más que nunca es esencial el atento y prudente discernimiento, so pena de caer en la confusión y, peor aún, de promoverla.

Ambiente Profético

Fue con motivo de la llegada del año 2000 que la expectación creció sobre el cumplimiento de un sinnúmero de profecías que anunciaban para el mundo el fin de una era y el inicio de un Nuevo Tiempo. En el ámbito católico, el fin de la profetizada Gran Tribulación encabezada por el Anticristo (Mt XXIV; Lc XXI y Mc XIII; Ap. XIII) y el inicio de una nueva primavera para la Iglesia. Sin embargo, parecía una vez más que las profecías volvían a fallar.

Años después, específicamente en torno al Papa Juan Pablo II, fueron aumentando muchas profecías de origen privado que hacían alusión a diversos escenarios, como una forzada renuncia del Papa; una muerte y entierro aparente para lograr colocar en la Silla de Pedro a un Papa impostor; o que Juan Pablo II sería el papa profetizado en Fátima que se vería obligado a “huir de Roma sobre los cadáveres de sus sacerdotes” (según la visión de S. Pío X y la parte publicada del Secreto de Fátima).

Pero cuando llegó la vigilia de la Fiesta de la Divina Misericordia del año 2005 y el Papa Juan Pablo II regresó a la Casa del Padre, unos días más fueron suficientes para que el cúmulo de revelaciones privadas en torno a la Iglesia y al mundo sufrieran un fortísimo golpe en su credibilidad. Tanto las profecías contenidas en las revelaciones privadas de las distintas manifestaciones marianas de los siglos XIX y XX, como los mensajes de muchos místicos y santos  parecían haber fallado; muchos se sintieron engañados y también confundidos pues aparentemente las profecías no se habían cumplido, y más cuando vino sin contratiempos la elección del Papa Benedicto XVI.

Complejidad de las Revelaciones Privadas

En los casi 30 años que este servidor tiene de estudiar las revelaciones privadas a la luz de la fe y del Magisterio de la Iglesia, he podido entender con mayor profundidad que la temática de las denominadas revelaciones privadas –que no forman parte de la Revelación Pública oficial de la Iglesia– son la mar de complejas. Principalmente porque en cualquier manifestación auténticamente divina,  siempre intervendrá en mayor o menor medida – como ley establecida – el “espíritu de las tinieblas”. De hecho esta es una de las características que avalan una verdadera manifestación de Dios. Pero el problema es que de ordinario no ha habido de parte de la Iglesia una guía eficaz  y atención pastoral que contribuya a arrojar luz para discernir quién es un verdadero profeta del Cielo, y de esta forma asegurar que el mensaje que viene de Dios sea debidamente recibido y transmitido por el instrumento emisor, y esto para evitar interferencias humanas –por debilidad propia de la persona–  o preternaturales –por acción directa o indirecta del demonio.  

No obstante, muchos cristianos piensan que el don de profecía –central en la interacción de Dios con la humanidad y presente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento– finalizó con el último de los apóstoles. De tal manera que muchos creen que en casi  dos mil años de Historia la Iglesia se ha visto privada de este don carismático extraordinario, lo cual es un grave error. Dios ha asistido a su pueblo en todo lo que ha sido la Historia de la Iglesia, de suerte que la profecía bajo revelaciones privadas siempre ha estado presente a través de testigos debidamente elegidos por el Cielo para transmitir su mensaje. Y es una realidad que en los últimos 200 años la principal mensajera de este carisma divino ha sido ni más ni menos que la Santísima Virgen María; presencia explosiva que comenzó a partir del año 1830 con la revelación hecha a Santa Catalina Labouré en la Rue du Bac, en París, Francia, para traer al mundo la poderosa Medalla Milagrosa.

Sin embargo, a pesar de estas extraordinarias apariciones marianas que se han verificado en los cinco continentes, la atención pastoral (mediante la integración de una Comisión Investigadora encabezada por el obispo del lugar donde ocurren los hechos, junto con médicos, teólogos, sacerdotes, científicos y demás personas cualificadas que permitan conocer la verdad histórica, filosófica, científica y teológica de una eventual manifestación de Dios) ha sido, salvo honrosas excepciones, prácticamente inexistente. Y esto ha traído como consecuencia que una mayoría de revelaciones privadas quedaran en la confusión en virtud del ataque del enemigo, o en su caso, se hayan desviado del inicial propósito divino.

En efecto, en los últimos años por todas partes surgen videntes, mensajeros, instrumentos del Cielo que supuestamente dan a conocer mensajes para la Iglesia y para el mundo, y de todos estos mensajeros que afirman ver u oír a nuestra Madre del Cielo, no sólo no existe una Comisión Investigadora sino que tampoco hay la más mínima dirección espiritual a cargo de hombres probados en la fe y de discernimiento de espíritus. Y así es muy fácil que mensajes de sólo inspiración humana o de claras interferencias diabólicas se difundan por todos lados, derivando una relajación tal para lo divino que por doquier se transmiten mensajes vanos, imprecisos, superficiales y contradictorios.

Y en medio de todo este ambiente profético, es que el mundo católico conoce de la sorpresiva renuncia del Papa Benedicto XVI, un hecho inaudito que no había ocurrido en los últimos 600 años. Desde entonces, proliferaron las más diversas teorías y profecías sobre el por qué de la renuncia del Papa y las razones que le habían llevado a tomar esa decisión. Incluso hubo quienes confundidos por falsos mensajes afirmaron que la renuncia del Papa había sido inválida por una presión de la curia vaticana y deslegitimando por ende la elección del Papa Francisco, hecho que acaba de ser una vez más aclarado por el propio Papa emérito BXVI: “No existe la menor duda sobre la validez de mi renuncia al ministerio petrino” y las “especulaciones” al respecto son “simplemente absurdas”.

También surgieron a la luz pública una andanada de mensajes sobre el próximo Papa, quienes veían en él al supuestamente anunciado “Petrus Romanus” al que hace referencia la llamada Profecía de San Malaquías, y con ello la entrada del “Anticristo” a la Iglesia y el fin de la Iglesia con el último Papa de la lista profética. Esto explica en parte el prejuicio y extrema sensibilidad de algunos sectores católicos en contra del Papa Francisco que cotidianamente es sometido a  escrutinio y análisis para tacharlo de hereje o, en el mejor de los casos, de poco o nada conservador, abriendo la puerta a un cisma en la Iglesia, dizque “por querer autorizar la comunión a los divorciados vueltos a casar”, o “por promover una Iglesia ecuménica”; “por aceptar a los homosexuales”; y una diatriba de infundios que dolosamente se hace contra lo dicho o escrito por el Papa.

Este asunto se ha convertido en una gran confusión, pues por un lado se han interpretado equivocadamente algunas profecías; por otro lado, se han dado como verdaderas y auténticas las que son claramente falsas. Y existe una manía de querer adelantar acontecimientos y hasta en un cierto sentido se tienden a romantizar las profecías.

En próximas publicaciones iremos profundizando en estos temas con el propósito de arrojar luz y ubicar los hechos dentro del Plan Salvífico de Dios, que en su infinita sabiduría ha juzgado que sacar bien del mal es mucho mejor que no permitir la existencia de ningún mal.  

Análisis

Dentro de los temas que abordaremos y conviene profundizar y analizar:

  1. La confirmación que a partir de la elección del Papa Francisco hemos entrado – en sentido estricto – al brevísimo periodo histórico del Final de los Tiempos, por más que muchos católicos consciente o inconscientemente  nieguen la inminencia del Apocalipsis, con todos sus temores y todas sus esperanzas. Decía Pío X que esta deserción y apostasía quizá “sea como un anticipo y comienzo de los males que estaban reservados para el fin de los tiempos” (E supremi Apostolatus).
  2. Que al igual que Su Fundador, la Iglesia debe pasar por su pasión y eventual muerte, aunque con mayor duración e intensidad estará expuesta a la potestad de las tinieblas, a la acción del príncipe de este mundo; y en la medida en que le llegue “su hora”, y ya está cercana, la lucha se hará mucho más violenta y la confusión será mayor.
  3. Estamos entrando a la mayor oscuridad que la Iglesia haya vivido, pero desafortunadamente para nosotros aún no hemos tocado fondo. Pero la apostasía y cisma que se avecinan no vienen solos. La advertencia de la Madre de Dios se ha venido cumpliendo inexorablemente porque los hombres no hemos respondido como Dios esperaba. El fin de los tiempos estaba profetizado que llegaría, pero en nuestras manos estaba el poder aligerar en intensidad o acortar la prueba en duración. No obstante, el misterio de la iniquidad llega con toda su fuerza pues se ha abierto la puerta al mayor ataque diabólico que los siglos jamás han conocido. Se resume muy bien en las palabras de BXVI: ¡Cuántas veces su Palabra es distorsionada y manoseada! ¡Cuán poca fe hay en tantas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia, y precisamente entre aquellos que, en el sacerdocio, deberían pertenecer completamente a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la reconciliación, en el cual él nos espera, para levantarnos de nuestras caídas! Todo esto está presente en su pasión. La traición de sus discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón” (25 de marzo de 2005).
  4. A esta confusión, apostasía y cisma virtual sólo falta que la legalice un “Papa” y se manifieste una nueva Iglesia sin Dios y sin Cristo. Pero en virtud de la indefectibilidad de la Iglesia contra la cual “las puertas del infierno no prevalecerán en contra de ella”, ningún legítimo vicario de Cristo convalidará jamás tales apostasías. Pero sí las convalidará y las impondrá quien usurpe inicuamente su trono en el cercano momento en que se manifieste la iniquidad de la que hablaba Pablo.
  5. El mundo también será sacudido. Muchos eventos están por venir. A partir de un momento dado serán sucesivos y vertiginosos y habrá una gran agitación mundial envuelta en crisis política, social, económica, natural y cósmica a tal extremo que la tierra se convertirá en un lugar difícil y  peligroso para la vida.
  6. Pero por sobre todas las cosas vencerá el amor; el amor que emana del sacrificio y la entrega; el amor verdadero que llevó a nuestro Señor a la resurrección, venciendo la muerte…

 

Todos los artículos de este sitio pueden ser reproducidos, siempre y cuando se cite al autor, Luis Eduardo López Padilla, y la página donde fue originalmente publicado, www.apocalipsismariano.com        

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