Son tiempos de mucha confusión. Así lo profetizó la Madre de Dios:
“Difíciles y confusos serán esos tiempos… hijos…estén atentos porque la indiferencia y la confusión reinarán en el camino (es decir, la iglesia) y en todo el mundo” (Virgen del Rosario, 13 de febrero de1984).
Así es, todo lo que ahora está ocurriendo tanto en el mundo como en la iglesia ha sido profetizado, pero una vez más, se ha hecho oídos sordos. Y lo más grave es que esta insensibilidad a lo espiritual y a no reconocer los signos de los tiempos hace que la humanidad cada día se sumerja en una indiferencia profunda, en la que falta la fe, la esperanza y la caridad. Viviendo un egoísmo que penetra como demonio en el corazón de los hombres.
Por ejemplo, sorprende cómo el tema de la vacuna ha polarizado a ciertos sectores, particularmente religiosos, como un distractor de lo que en realidad debe ser la prioridad de vida.
Quiero dejar meridianamente claro el tema por cuanto que comparto esencialmente las “n” evaluaciones científicas en torno a la vacuna, y a la forma en que la mayoría de los líderes mundiales han afrontado esta pandemia. Mucho se podría comentar sobre las muy discutibles medidas tomadas – muchas de ellas contradictorias y absurdas – sobre la efectividad o no del uso de mascarillas, el distanciamiento social, las causas de la mutación del virus, los asintomáticos, las pruebas PCR, la llamada inmunidad de rebaño, la vacunación masiva, los problemas de salud pública mundial, la seguridad y efectividad de las vacunas, etc.
El tema pues de la vacuna y de la pandemia se ha vuelto para muchos negro o blanco. Las razones que esgrimen algunos son mayormente maquinadas con perfiles de control de la persona. Se ha llegado incluso al extremo de “condenar” a los que han decidido vacunarse. He recibido información de no pocos dizque “mensajes del Cielo” donde se anima a no dejarse vacunar pues todo es obra del proyecto mundial que se ha inventado o maximizado la enfermedad.
Pero al margen de lo anterior, en mi lectura personal, me parece un despropósito que algunos comentaristas y analistas católicos utilicen las redes sociales para fomentar que la gente no se vacune. Esto sería y es una falta de caridad hacia las personas que lamentablemente han fallecido por causa o con ocasión del COVID.
Varias amistades muy cercanas a este servidor han fallecido de COVID. Personas no mayores a 60 años y de buena salud, y alguno en circunstancias muy dramáticas, agonía y sufrimiento terrible. Mi señora madre, de 93 años, tuvo COVID el año pasado. Otra hermana igual; un hermano más tuvo que ser hospitalizado. Dos sobrinos nietos, de 7 y 4 años, dieron positivo de COVID, con síntomas graves, etc.
El asunto de vacunarse o no es finalmente uno de conciencia ante Dios. Cada uno de acuerdo con sus circunstancias de vida, personal, familiar, social, profesional y religiosa, debe tomar su decisión, y sea cual sea la decisión que se tome, no debe ser motivo de juicio ni condena, pues no debe ser esto una ocasión más de división, excomunión social y faltas de caridad, en tiempos ya de por sí muy confusos y corazones faltos de amor. No es de Dios actuar con divisiones por razones de egoísmo personal.
Licitud moral
Asimismo, es conveniente responder sobre la inquietud moral de las vacunas, que no pocos me han hecho. La Santa Sede ha reafirmado la permisividad moral de la vacunación en numerosos documentos de la Pontificia Academia para la Vida (2005 y 2017) y de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2008 y 2021). Lo que llama la atención es que algunos rechazan estas afirmaciones del Magisterio, pero ¿por qué estos mismos opositores no dijeron nada desde entonces, entre 2005 y 2020?
Quizá este tema se deba al contexto histórico de la pandemia, es decir, porque se afirma que la pandemia es el pretexto para una dictadura sanitaria sobre la humanidad y la vacunación forma parte de ella. Entonces, cuál es el tema, qué es lo que está mal, ¿la propia vacunación? o quizá ¿la “conspiración” en lo que supone la propia vacunación?
Y algunos insisten en que no es moralmente lícito introducir nada al cuerpo de otro agente, pero y los trasplantes de córneas a un ciego de nacimiento ¿son válidos o no? ¿Y los trasplantes de riñón de otra persona o incluso una transfusión de sangre? La Iglesia considera moralmente lícitos estos trasplantes.
No obstante, hay quienes afirman que no es dogma de fe y que la Iglesia se puede equivocar en estas declaraciones; y sí, no es asunto infalible, pero es parte del Magisterio ordinario de la Iglesia.
Algunos sacerdotes presentan el rechazo a la vacunación no como un simple consejo espiritual, sino como una obligación moral bajo pena de pecado. Pero la única autoridad que puede definir como obligatorio para un católico lo que es o no un pecado, conforme la ley objetiva, es la Iglesia Católica.
Finalmente, en cuanto al tema de las vacunas elaboradas en base a líneas celulares de fetos abortados, decir que estas células datan desde los años 30’s, 60’s y 70’s y desde entonces no se han realizado abortos para estos efectos. Decir además que prácticamente casi todas las vacunas provienen de estas células, es decir, rubeola, rabia, varicela, herpes, hepatitis A, etc. También se han utilizado para fabricar medicamentos aprobados contra enfermedades como la hemofilia, la artritis reumatoide y la fibrosis quística. En todo caso, los cultivos reproducen células que ya nada tienen que ver con las células de los fetos.
Éticamente no existe responsabilidad o culpabilidad por el uso de vacunas mientras no existan vacunas disponibles que no tengan esas líneas celulares, como en el presente. Eventualmente, para quien recibe la vacuna sí existiría una cooperación material – no formal – pero es indirecta y remota.
Lo que Contamina al Hombre
Y en cuanto a lo que realmente afecta al hombre, dice Nuestro Señor:
“Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga... Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre" (Mc 7, 14-16 y 20-23).
Por tanto, por encima de lo anterior y mucho más importante, no se debe permitir que este tema se convierta en un distractor a lo que debe ser una prioridad en estos tiempos: crecer en el espíritu, ser buenos, vivir virtudes.
El hombre de este tiempo parece no haber entendido el sentido teológico de esta enfermedad y está perdiendo una preciosa oportunidad para acercarse a Dios, convertirse, pues para nadie resulta novedad que hoy en día el crecimiento espiritual de todos los hijos de Dios se ha vuelto muy difícil y llegarán otros momentos en que parecerá casi imposible.
Y Sí. La insensibilidad a lo espiritual no permite percibir los grandes peligros que enfrentará la humanidad. Sí hermanos, grandes sufrimientos les esperan a los pobladores de la tierra. Debemos enfocarnos y no perdernos en otras cosas que no son necesarias. Y esto urge. El tiempo llega. Y todo será Fin y Principio. Habrá Derrota y Victoria; Destrucción y Construcción. “Y sucederá que, en toda la tierra, dice Yahvé, serán exterminados los dos tercios, perecerán y quedará en ella sólo un tercio, Y este tercio lo meteré en el fuego, lo purificaré como se purifica la plata, y lo probaré como se prueba el oro” (Zac 13, 8-9).
El hombre es un ser trino creado a Imagen y Semejanza de Dios. La salud física no es un bien absoluto e independiente. También el hombre está obligado a velar por su salud psicológica, su fe, la salud espiritual de su Alma. Por eso, el llamado es a hacer oración, hablar con Dios. Frecuentar intensa e íntimamente la Eucaristía. Vivir en gracia para fortalecer el Alma. Hacer sacrificios y penitencia para fortalecer el cuerpo, pues el sufrimiento será necesario. Y fortalecer nuestro entendimiento y llenarnos verdaderamente de fe porque la vamos a necesitar, pues es la fe la que nos sanará.
Y, finalmente, es menester rezar el Santo Rosario para que Nuestro Señor calme la naturaleza pues sucederá que sobre la tierra vendrán grandes desastres y calamidades que traerán desolación. Pues aun teniendo recursos y dinero, faltarán agua y alimentos.
En conclusión: No permitamos que esta prueba mundial sea ocasión para mayor división egoísta. No nos distraigamos con temas secundarios. Luchemos por nuestra conversión diaria y enfoquemos nuestra alma y energía a prepararnos todos, que el tiempo anunciado por los Profetas ha llegado. Aún no comienza el dolor de los dolores...falta poco. Prepárense hijos de los hombres y nacidos de mujer, pues no saben aun lo que vendrá al mundo y la humanidad enfrentará.
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