La Virgen nunca ha seguido los cánones de lo políticamente correcto, sino los principios que le dicta ser Esposa de la Sabiduría que la Verdad nos mostró.
En esta línea, Ella indicó que para lograr la paz en el mundo ésta no se alcanzaría a través de planes sociales, políticos o de caridad, sino a través del establecimiento de la devoción a su Corazón Inmaculado y la práctica de la comunión reparadora de los primeros cinco sábados. Así de simple.
La Virgen en Fátima igualmente hizo una petición concreta y la mar de profética, pero políticamente incorrecta: “La consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado” hecha por el Santo Padre, pidiendo a los obispos del mundo se unieran solemnemente a él en un día y hora concreta. Esto era un acto abiertamente desafiante a los círculos de poder pues equivalía a una pública y mundial condena al comunismo y a su promoción por parte de la Unión Soviética. Pero ello hubiera evitado que Rusia esparciera sus errores por el mundo y la realización de la Segunda Guerra Mundial con todo el dolor, sufrimiento y muerte que trajeron aparejado, y lo más importante, muchas almas no se hubieran condenado.
Y en un tiempo que los catequistas y sacerdotes se niegan hablarles y enseñarles a los niños sobre la realidad del infierno para evitarles traumas emocionales, la Virgen Prudentísima, quien es Sede de la Sabiduría, les mostró a tres pequeños niños de una aldea, los horrores y terribles sufrimientos y agonía de las almas condenadas en el infierno como consecuencia del peso de sus pecados mortales, infringiendo y violando los principios sociales y de educación de una enseñanza libre de estrés y traumas, lo que hubiera traído como consecuencia la pérdida del derecho a la Virgen María de formar y educar a sus hijos en numerosísimos países.
Finalmente, la Virgen pidió a los pastores de la Iglesia que el secreto que dio a conocer hace 100 años fuera revelado al mundo, a más tardar, en el año de 1960, aún cuando con ello se descubriera que el ataque del espíritu de las tinieblas sobre la Iglesia llevaría por caminos de apostasía y división entre sacerdotes, obispos y cardenales con la consecuente condenación eterna por su infidelidad; aún, cuando con ello se descubriera y así fuéramos advertidos de la sabia y justa Ira de Dios que si no nos arrepentíamos, confesáramos y camináramos por el sendero del amor y el perdón, la mano poderosa del Eterno sería implacable contra esta generación que se ha sublevado en contra de su Creador y de Su Cristo.
Pero pudo más la duda, el respeto humano, el engaño, la desobediencia y la mentira, y por encima de todo, lo “políticamente correcto”.
En conclusión, las condiciones necesarias para que esta promesa se cumpliera plenamente según la propuesta del cielo fueron desoídas, y el desacato ha sido de catastróficas consecuencias y las que aún están por venir.
El mundo está ahora envuelto en una gran confusión, donde el orden establecido por el Padre y la verdad han sido sustituidas por extrañas creencias y nuevas filosofías ideológicas; donde la relajación, deterioro espiritual y moral y división entre los pastores de la Iglesia es de conocimiento público; siendo testigos de grandes sufrimientos y muerte por doquier, al borde de una nueva guerra o combate entre naciones poderosas, y un casi nulo crecimiento espiritual de las almas, resultando en un lamentable y grandísimo dolor en el Corazón de María que ve cómo sus hijos recorremos el ancho sendero que conduce al infierno, ese lugar terrible que le mostró a los tres niños videntes, porque no hay nadie que rece por los pecadores.
Los peores presagios para el mundo y la Iglesia fueron advertidos precisamente para aminorarlos en duración e intensidad, pues “la flecha duele menos cuando se ve venir”, pero las advertencias marianas hechas en Fátima desde 1917 fueron ignoradas por la Jerarquía de la Iglesia, como la han sido la mayoría, o más bien, todas las advertencias del cielo por medio de la Madre de Dios, cuyas consecuencias son ahora reflejo del peor de los escenarios morales, naturales, espirituales, sociales, políticos y religiosos a los que nos podríamos enfrentar.
Si bien la promesa final es que el Inmaculado Corazón triunfará, y con la Reina vendrá también el triunfo del Rey, antes le espera a esta humanidad grandes y terribles pruebas y sufrimientos nunca vistos, rematados con un gran castigo de dimensiones planetarias, donde mucho de lo que ahora es agua será tierra; y mucho de lo que ahora es tierra será agua.
Y a la Iglesia le espera la hora de su espantosa oscuridad y su inminente debacle que si bien no la hará desaparecer, sí la hará tambalearse y estremecerse hasta sus mismos cimientos, que hará que muchos huyan escandalizados y duden como Pedro dudó y negó, pues será tal la pena y división, que las almas andarán a ciegas como ovejas sin pastor y violentamente perseguidas como miembros de una Iglesia que parecerá que mintió y se inventó al Cristo Salvador, con el grandísimo riesgo de condenación eterna para millones de seres humanos.
Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros.
Al hacer algún sacrificio:
¡Oh, Jesús mío, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en desagravio por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!
Al finalizar cada decena del Rosario:
Oh, Jesús mío, perdona nuestros pecados. Líbranos del fuego del infierno. Lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu Misericordia.
Las oraciones del Ángel de Portugal que les enseño los niños
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo; os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. (Tres veces, en honor de la Santísima Trinidad).
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
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