Resulta por lo demás asertivas y puntuales las profecías que la Santísima Virgen anunció sobre la Iglesia hace casi 200 años, y aún, las que están por ocurrir en el futuro inmediato, aderezadas con grandes escándalos financieros en relación con el Instituto para las Obras de Religión (IOR), es decir, el Banco Vaticano, que llevó en el 2012 a la dimisión de Gotti Tedeschi, en su fracaso por depurar los malos manejos de esa institución. El economista sospechaba que detrás de algunas de las cuentas cifradas del banco se ocultaba el dinero sucio de empresarios, políticos y hasta de jefes de la Mafia.
En una entrevista al Corriere del Ticino en abril del 2017, Tedeschi, presidente del IOR desde 2009 hasta 2012, trató de poner orden en las cuentas mediante la creación de un órgano de supervisión, la Autoridad de Información Financiera. Preguntado sobre si el proceso de limpieza continúa con el Papa Francisco, Gotti explica que, según lo que lee en los periódicos, “se diría que no van hacia adelante”.
Respecto a la posible mejora en la lucha contra el blanqueo publicada por los informes de Moneyval posteriores a 2012, el expresidente del IOR asegura que realmente “se ha dado un paso atrás” y defiende que “estas cosas el Papa no las sabe, están jugando en la piel del Papa Francisco y también del Cardenal Pell” (El cardenal Pell fue el elegido por Francisco para una tarea similar como Secretario de Economía. Serio, capaz, inteligente y especialmente dotado en este campo, descubrió demasiadas cosas que enfurecieron a los sospechosos habituales. Hoy vegeta en una cárcel australiana, hallado culpable de abusos a menores en un juicio que ha asombrado a muchos expertos por su falta de garantías e irregularidades).
Preguntado sobre la propuesta de reforma del IOR que presentó el día antes de dejar de ser presidente del Banco del Vaticano –y que nunca más se ha discutido–, Gotti subraya que no puede revelar el contenido “al menos mientras el Papa Benedicto siga vivo” y asegura que esa es la razón por la que “20 minutos antes de proceder a discutirla, me alejaron del IOR, sobre esto no hay ninguna duda”, ha sentenciado.
Más recientemente, en marzo de 2019, Gotti-Tedeschi ha tenido que recordarse a sí mismo a menudo que el Vaticano no es la Iglesia. En una entrevista grabada para el programa de investigación de la televisión italiana Le Iene (Las Hienas), el banquero confiesa que corrió serio peligro su fe por los oscuros manejos que tuvo que presenciar durante su mandato sobre el irreformable banco de la Santa Sede. “¡Y hasta mi propia vida!”, declara ante las cámaras.
El IOR es pues el centro de una opaca trama inextricable que convierte al Estado Vaticano en el definitivo ‘paraíso fiscal’ del mundo, el último, con reglas contables y financieras que no se han adaptado del todo a las que rigen en las finanzas internacionales y un secretismo del que ya no puede presumir ni la banca suiza.
La entrevista a Gotti-Tedeschi formó parte de un programa dedicado a investigar el cuestionado y cuestionable suicidio de un directivo de uno de los principales bancos italianos, Monte dei Paschi de Siena. Y la conversación deriva pronto a los oscuros manejos de la banca vaticana, de la que Gotti-Tedeschi sabe probablemente más de lo que querría: corrupción, blanqueo, intereses inconfesables… “Nadie le confirmará la existencia de esas cuentas”, confiesa el banquero al periodista en referencia a uno de los muchos casos de corrupción que aparecen en la investigación. “¡Porque allí había de todo!”. Y sigue: “Aquí estamos hablando de la Curia vaticana. Allí dentro había todo lo que pueda imaginar. Había personas que en un segundo cambiaban la titularidad de todas las cuentas. Un sistema que no permitía a nadie, solo a la Cúpula, tener acceso a las cuentas. Estaba a punto de perder la fe”.
Hay que recordar, también, un artículo en la primera mitad del año 2017 por el profesor Germano Dottori, del Instituto de Estudios Estratégicos de la Universidad Luiss Guido Carli en Roma, indicando que él cree que la dimisión del Papa Benedicto XVI fue el resultado de presión económica ejercida por intereses internacionales.
El Estado Italiano y el del Vaticano recibieron simultáneamente golpes de una campaña indignante, coordinada, sin precedentes y de una violencia insólita, incluyendo maniobras relativamente veladas en el ámbito financiero. La crisis se consumó en noviembre de 2011 con la partida de Berlusconi del Palazzo Chigi y, en febrero 11 de 2013, con la dimisión de Benedicto XVI. Durante el apogeo de la crisis, Italia vio su acceso a los mercados financieros internacionales gradualmente clausurado, mientras el Instituto para Obras Religiosas (IOR) – el Banco del Vaticano – fue suspendido temporalmente del sistema bancario.
Deterioro moral y espiritual de los pastores del rebaño
Aunado a lo anterior, se ha comprobado la mala vida de obispos y cardenales con escándalos de una vida sibarita de placeres y comodidades, por decir lo menos, nada que ver con lo que exige ser un Pastor de la Iglesia.
Grave y terrible la situación de miles de casos de pederastia por parte de sacerdotes, solapados y encubiertos al poder civil por sus mismos superiores y obispos para que no sean juzgados, o en todo caso, removidos de sus lugares a otros servicios, iglesias o parroquias dentro de la misma diócesis, pero sin enfrentar ni dar solución a los actos inmorales y delictivos.
La violencia pederasta es el mayor escándalo de la Iglesia católica de todo el siglo XX y de principios del siglo XXI, el que más descrédito ha provocado en 2,000 años de existencia. Algunos de los que se presentaban como modelos de entrega a los demás, se entregaron a crímenes contra personas desprotegidas. Algunos de los que eran considerados expertos en educación, utilizaron su supuesta excelencia educativa para abusar de los niños y las niñas que los padres les confiaban para recibir una buena formación. Algunos de los que se presentaban como guías de “almas cándidas” para llevarlas por el buen camino de la salvación, se dedicaban a mancillar sus cuerpos y anular sus mentes.
¿Una “cúpula” homosexual en el Vaticano?
“De hecho, me indicaron la existencia de un grupo tal, que procedimos a disolver. Esto formaba parte justamente del informe de esa comisión trimembre de la que ya hemos hablado, la cual identificó un grupo, pequeño, cuatro, cinco personas, que deshicimos. No sé si volverá a formarse algo parecido. En cualquier caso, no se trata de que existan por doquier ese tipo de cosas.” Palabra de Benedicto XVI.
La admisión de Joseph Ratzinger, publicada en septiembre de 2016 al final de su libro Últimas conversaciones con su biógrafo Peter Seewald, ha sido acogida casi en silencio total. Sin embargo, tiene una importancia enorme. El papa emérito por primera vez deja a un lado los desmentidos falaces que han caracterizado en los últimos años las reacciones de la Oficina de Prensa y de los representantes más ilustres de la Santa Sede a las revelaciones e indagaciones de la prensa. Aunque minimizó su importancia, según Benedicto XVI había echado raíces dentro del Vaticano un grupo de monseñores y laicos que compartían la misma orientación sexual y la pasión por los enredos.
No obstante, la cumbre sobre abuso sexual celebrada en febrero de este año parece haber mostrado la falta de trasparencia de los obispos y cardenales encargados de organizar la cumbre. Hablaban como si la crisis no fuera crisis y de algo de lo que acababan de enterarse, cuando sabemos que lo que el Papa Francisco llamó “una corriente homosexual” en el Vaticano, que se conoce hoy como “la mafia lavanda”, es en realidad el resultado de décadas de ordenar sacerdotes homosexuales en toda la Iglesia Universal y son los que hoy llevan las riendas de la Iglesia.
Así pues, el tema de la práctica homosexual al interior de la Iglesia es otro flagelo que ya es de conocimiento público (Dariusz Oko, sacerdote católico polaco en el Departamento de Filosofía de la Universidad Pontificia Juan Pablo II de Cracovia, fue el primero, en un largo artículo, en lanzar la hipótesis de la existencia de un lobby gay que “envenena la Iglesia”. Un fenómeno interno cuyos orígenes, según un estudio publicado en revistas como la alemana Theologisches, se remontan a la década de los sesenta).
Ahora bien, increíble que el Vaticano le haya puesto un púlpito el pasado agosto del 2018 en Dublín, Irlanda, en el Encuentro Mundial de Familias al sacerdote jesuita americano James Martin, editor de la revista América, asesor para Comunicación del Vaticano y autoproclamado apóstol del Lobby LGTBI.
División
También está la oposición de varios obispos y cardenales a la forma en que el Papa Francisco ha conducido a la Iglesia y en contra de ciertos planteamientos de doctrina sobre temas de familia que, para algunos cardenales, no han sido suficientemente claros, y de ahí que se hayan presentado las dubbia (dudas) a la Congregación para la Doctrina de la Fe el 19 de septiembre de 2016, en relación a ciertos puntos de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, dubbia presentada por los cardenales Carlo Cafarra (+), quien explica que la envió al Santo Padre a nombre propio y a nombre de los cardenales alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner (+); y el estadounidense Raymond Burke.
Las “dubbia” o dudas de los cardenales son cinco preguntas enfocadas en la posibilidad de que los divorciados en nueva unión puedan acceder a la comunión.
En la misiva, el Cardenal Cafarra afirma que le escribe al Papa renovando “nuestra absoluta dedicación y amor incondicional por la Sede de Pedro y por su augusta persona, en quien reconocemos al Sucesor de Pedro y al Vicario de Cristo”.
“No compartimos ni de la forma más mínima la postura de quienes consideran vacante la Sede de Pedro, ni tampoco aquella que quiere atribuir a otros la indivisible responsabilidad de la misión petrina. Nos mueve solo la conciencia de la responsabilidad grave de la 'tarea' cardenalicia: ser consejeros del Sucesor de Pedro en su ministerio soberano”, prosigue.
El Cardenal explica que “al no haber recibido respuesta de Su Santidad” a las dubbia entregadas a la Congregación para la Doctrina de la Fe el 19 de septiembre de 2016, “hemos llegado a la decisión de pedirle, respetuosa y humildemente, una audiencia".
Desde la publicación de la exhortación Amoris Laetitia el 19 de marzo de 2016, escribe el Cardenal Cafarra, “se han dado interpretaciones, de algunos pasajes objetivamente ambiguos, de la exhortación postsinodal; que no solo difieren, sino que son contrarias al Magisterio permanente de la Iglesia”.
El también Arzobispo Emérito de Bologna precisa que pese a que el Cardenal Gerhard Müller, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha afirmado repetidamente que “la doctrina de la Iglesia no ha cambiado”, numerosas declaraciones han aparecido de parte de obispos, cardenales e incluso conferencias episcopales, “aprobando lo que el Magisterio de la Iglesia nunca ha aprobado”.
“No solo el acceso a la Santa Eucaristía para aquellos que objetiva y públicamente viven en una situación de grave pecado, y pretenden seguir así, sino también una concepción de la conciencia moral contraria a la Tradición de la Iglesia”, señala.
De esta manera, alerta, ocurre ahora que “lo que es pecado en Polonia está bien en Alemania, lo que está prohibido en la Arquidiócesis de Filadelfia se permite en Malta. Y así.”
El Purpurado resalta que son muchos los laicos que “aman profundamente la Iglesia y que son muy leales a la Sede Apostólica, quienes han recurrido a sus pastores y a Su Santidad para ser confirmados en la Santa Doctrina que concierne a los tres sacramentos del Matrimonio, la Confesión y la Eucaristía”.
Ante esta grave situación, concluye la misiva, “en la que muchas comunidades cristianas están siendo divididas, sentimos el peso de nuestra responsabilidad, y nuestra conciencia nos obliga a pedirle humilde y respetuosamente una audiencia” (Aciprensa).
El Papa Francisco no respondió a la dubbia y no concedió audiencia a los solicitantes. Ya sea porque quiso evitar un escándalo; porque consideró mejor ya no abordar el tema; porque no consideró apropiadas las formas; porque estimó que no había nada que aclarar, en fin, por las razones que sean. En todo caso, lo ideal hubiera sido que esta dubbia no se hubiera hecho pública para evitar publicidad, pues siempre los medios van a utilizar para enfatizar y publicitar la innegable división al interior de la Iglesia.
Pero para escándalos de división y enfrentamiento en la Iglesia fue la carta que publicó el 25 de agosto del 2018 el arzobispo Carlo Maria Viganó, ex nuncio en Estados Unidos, de 77 años, responsabilizando a sacerdotes, obispos y cardenales de conocer y encubrir las acusaciones de abusos e inconductas sexuales del Cardenal McCarrick con seminaristas (La Congregación para la Doctrina de la Fe condenó el pasado 11 de enero al ex cardenal y ex arzobispo de Washington, Theodore Edgar McCarrick, por abusos sexuales a menores y adultos con agravante de abuso de poder y lo expulsó del sacerdocio).
En ese documento, Mons. Viganó acusó al Papa Francisco de conocer las acusaciones y de no actuar, exigiéndole su inmediata dimisión. Por el contrario, según el ex diplomático del Vaticano, el Santo Padre retiró supuestas sanciones que habrían sido impuestas a McCarrick por Benedicto XVI, y lo habría convertido en su “consejero de confianza”.
El 26 de agosto, en el vuelo que lo llevaba de regreso de Irlanda a Roma, el Papa Francisco se pronunció sobre la carta del ex nuncio: “Yo no diré una palabra sobre esto, creo que el comunicado habla por sí mismo y ustedes tienen la capacidad periodística suficiente para sacar sus conclusiones”.
Mons. Viganó reiteró sus acusaciones en una segunda carta publicada el 27 de septiembre. Además de estas cartas adicionales de Mons. Viganó, también se pronunció el Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos, que en octubre de 2018 acusó al ex nuncio de sembrar confusión y división en la Iglesia. Mons. Viganó respondió argumentando que actuaba por el bien de la Iglesia.
Frente a estas acusaciones, obispos se han pronunciado a favor del ex nuncio y otros a favor del Papa Francisco.
Recientemente el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, hizo unas importantes reflexiones:
“Los sacerdotes del mundo entero se han sentido humillados y traicionados por tantas abominaciones. Después de Jesús, la Iglesia vive el misterio de la flagelación. ¡Su cuerpo está lacerado. ¿Quiénes son los que golpean? ¡Aquellos mismos que deberían amarla y protegerla!”. La crisis que vive el clero, la Iglesia y el mundo es radicalmente una crisis espiritual, una crisis de la fe. Vivimos el misterio de la iniquidad, el misterio de la traición, el misterio de Judas.
“Diariamente nos llegan noticias cada vez más aterradoras. No pasa ni una semana sin que un caso de abuso sexual se nos revele. Cada una de estas revelaciones lacera nuestro corazón de hijos de la Iglesia. Como decía san Pablo VI, el humo de Satanás nos invade. La Iglesia, que debería ser un lugar de luz, se ha convertido en una madriguera de tinieblas. Ésta debería ser una casa familiar segura y apacible, y ¡he ahí que se ha convertido en una cueva de ladrones! ¿Cómo podemos soportar que, entre nosotros, en nuestras filas, se hayan introducido predadores? Numerosos sacerdotes fieles se comportan cada día como pastores solícitos, padres llenos de dulzura, guías firmes. Pero ciertos hombres de Dios se han convertido en agentes del Maligno. Estos han buscado profanar el alma de los más pequeños. Han humillado la imagen de Cristo en cada niño” (Dominus Est 17 de marzo de 2019.)
El Espíritu de Judas
Para comprender bien este proceso interno de traición de parte de estos cardenales y obispos que ya en realidad no representan el espíritu de Cristo, hay que tener como referencia la actuación de Judas, cuyo nombre es sinónimo de traidor. Judas era un entusiasta devoto y seguidor de Jesucristo como lo eran en un principio los actuales pastores de la Iglesia traidores. Judas, debemos suponer que recibió al igual que los otros apóstoles, todas las gracias divinas especiales que se les concedieron a todos por igual. Asimismo, no hay ninguna razón para suponer que cualquiera de la amplia gama de obispos, cardenales, prelados y sacerdotes de la Iglesia de hoy en día, no hayan comenzado su ministerio con buenas intenciones o con menos devoción a la Iglesia que aquellos que no han traicionado su vocación; o que a los traidores se les hayan negado las gracias divinas necesarias para el cumplimiento de sus deberes eclesiásticos, desde luego que no.
Lo que sucede es que, así como Judas pensó que podía reconciliar a Jesús con sus enemigos, es decir, con el mundo, que podía mediante una negociación asegurar el “éxito” de Jesús en el mundo para cerrar un acuerdo con los líderes del mundo, igualmente se le aplicarían estos conceptos a los obispos y prelados y jerarcas de la Iglesia de hoy: ellos fueron llamados a vivir íntimamente con Jesús a través de la plenitud del sacerdocio para ejercer su autoridad espiritual, y confiando en el poder y gracia del Espíritu Santo para ser pastores de almas, ya sea curando, exorcizando, predicando o reconciliando. Pero de la misma manera que Judas se quedó hasta la última cena con Jesucristo para llevar adelante su plan macabro de traición, también hoy los obispos y alta jerarquía de la Iglesia se han establecido dentro de la Iglesia, pero ya en su corazón la han traicionado. No dejan a la Iglesia, no pretenden supuestamente destruir a la Iglesia, sino que quieren ajustarla de acuerdo con su plan, maléfico, por cierto.
Son traidores y perversos por su tolerancia y por su propagación de la confusión, acerca de las creencias básicas de la enseñanza de la Iglesia, sumiendo a los fieles en una profunda apostasía de fe e ignorancia religiosa, pues la enseñanza clara e inequívoca de los principios fundamentales de la Iglesia para la salvación eterna, simplemente han sido ignorados y arrojados lejos de la conciencia de los hombres.
Fundamentalmente han propagado maléficamente la confusión en áreas tan esenciales como la eucaristía, como el primado de Pedro, particularmente todo lo concerniente a la moralidad sexual que a muchos ha arrojado a recorrer el ancho sendero que lleva a la condenación eterna.
Por eso son traidores y perversos. Y porque abonan y cimentan el cisma de la Iglesia que está a las puertas con todas las desastrosas consecuencias que para los fieles traerá ese rompimiento al interior de la Iglesia.
Nota: La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 129; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana (Números 2357,2358 y 2359 del Catecismo de la Iglesia Católica).
Leer el artículo: La Flagelación de la Iglesia – Primera Parte
Tomado del Capítulo VII del libro María Santísima a la luz del Final de los Tiempos de reciente publicación de su autor LUIS EDUARDO LÓPEZ PADILLA.